(Todo sigue igual 07)
Mi querido amigo, usted tituló este episodio como “Todo sigue igual”. Debo contradecirle. Hay cosas que cambian. Yo, sin ir más lejos, he salido de mi patio. Sí, sí, lo que oye. La otra mañana tomé mi viejo automóvil y abandoné el calor de la cochera donde habita con el propósito de cumplir con un recado ineludible. Le imagino ahora con el ceño fruncido, pero no se preocupe, el primer asombrado fue el propio coche. Me senté en el puesto de mando y procedí a girar la llave de contacto. Siguieron un par de estornudos metálicos producto de su extrañeza o de alguna alergia que tuviera de alérgenos a los ácaros, al polvo o al propio tiempo, tras lo cual, el mecanismo comenzó a funcionar como de estreno. Y allí me tiene, tras el timón, surcando los procelosos mares de las calles de la ciudad, sorteando autobuses como tempestades y “motillos” como afilados escollos. Sigue leyendo