(Las invasiones bárbaras 03)
Ahí sigo, haciendo más kilómetros que el baúl de la Piquer. Íbamos mi chófer del bus, 47 turistas alemanes y un servidor camino de Toledo y paramos en Almuradiel a comer. Pisto con huevo, sopa de ajo, queso manchego: los alemanes daban saltos como cabras de ver lo que existe en el mundo. Y allí estaba adornando el local manchego mi adorado don Quixote, hidalgo de lanza en astillero. Tenía las manos en la cabeza, como diciendo: ¿qué leches ha sido de este país? ¿Me lo habéis llenado de turistas de baratillo y tú eres uno de los culpables? Yo, que soy de inspiración budista, traté de calmarle, pero el pobre estuvo inconsolable como puede verse en la foto. Sigue leyendo